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Carrito

Cierra los ojos y respira, inhala y exhala. Este simple y natural proceso es la forma más sencilla de comprender que todos estamos relacionados. Para que las personas podamos vivir, requerimos de los procesos de otros millones de organismos, reinos y seres vivos que nos comparten el oxígeno.  

Todo lo que hacemos tiene una causa y una consecuencia. La educación ambiental es compartir las herramientas para comprender que estos procesos naturales y humanos tienen un impacto positivo o negativo en el planeta y, por lo tanto, en la economía y la sociedad. 

En Flora, Fauna y Cultura de México, A. C., la educación ambiental surge como un proceso, también natural, de compartir saberes. Conforme se experimentó, se fue comprendiendo la complejidad de la misma, y a su vez se implementaron diferentes acciones que daban sustento a los programas de conservación de la asociación. 

La necesidad de tener acciones educativas con la comunidad era imprescindible, no importaba si sembrábamos miles de árboles, si nadie le daba la relevancia, los cuidaba o si los volvían a cortar. No importaba cuántos nidos de tortuga pudiéramos salvar si las crías terminaban en las albercas de los hoteles o atrapadas en redes para pescar. El trabajo de conservación requería la sensibilización de la comunidad sobre las problemáticas atendidas y poco a poco se fue integrando la educación ambiental en todos los proyectos para fomentar el cambio de hábitos en las personas con las que trabajamos, iniciando con nosotros mismos. 

Comenzamos a realizar proyectos masivos, desde la perspectiva que se tenía, el apostar por este tipo de eventos garantizaba un mayor impacto. Poco a poco nos dimos cuenta que a veces menos, es más, así que ajustamos la fórmula y se desarrollaron proyectos educativos a una escala más pequeña, lo que nos permite dar seguimiento más puntual tanto a las acciones realizadas como a las personas involucradas y, así, poder medir el impacto de nuestro trabajo.  

Se llevaron a cabo reforestaciones de escuelas en Solidaridad, Puerto Morelos y Tulum; se crearon programas de alimentación sana, cultivo de hortalizas y separación de residuos en las escuelas públicas. 

El Parque La Ceiba recibió la certificación como Centro de Educación y Cultura Ambiental en el 2010, específicamente por los recorridos ambientales “Sólo si la mezcla es basura” y de sensibilización ambiental para educación básica. También creamos cursos para niños y adultos, se hicieron réplicas de Festivales Ambientales y organizamos múltiples actividades culturales. A través de la iniciativa ciudadana aprendimos que el cine, la música, el teatro y otras disciplinas artísticas son herramientas importantes para reflexionar y compartir. 

Desde el Programa de Conservación de Tortugas Marinas se crearon visitas a campamentos tortugueros con el objetivo de crear consciencia sobre la importancia de proteger a estos reptiles. Además, en colaboración con varias instituciones, participamos en la organización de un festival anual para celebrar a quienes hacen posible la conservación de las tortugas marinas en la región.  

A través de campañas de comunicación educativa abordamos la importancia y la íntima relación que tenemos los seres humanos con los ecosistemas, así mismo, con las especies que en ellos habitan. 

Con el fin de crear un vínculo más cercano con las comunidades donde trabajamos, el Parque Xel-Há nos cedió la operación del Centro Comunitario en Ciudad Chemuyil, donde las actividades de visión ecosistémica con los niños y jóvenes fueron clave para lograr comprender que todo lo que sucede arriba, afecta al subsuelo, al agua y a la vida del pueblo cuya costa representa una de las zonas más importantes de anidación para las tortugas marinas: el Santuario de Xcacel. También se llevaron a cabo proyectos para que las mujeres en Chemuyil tuvieran una alternativa sostenible de trabajo y se construyó el taller de costura sostenible. 

Tras la creciente necesidad de atender el desarrollo de los niños y niñas de Tulum, se creó la EcoLudoteca La Ceiba, espacio con el que hemos comprobado la importancia del juego en los seres humanos para aprender a nivel cognitivo y emocional.  

Así bajo la misma praxis pudimos palpar que las acciones de conservación, también tienen que ver con el bienestar de las personas, su salud, la educación formal y laboral. Además, hemos aprendido que la educación ambiental tiene que ver con lo que aprendemos sobre los ecosistemas y elementos naturales (lo cognitivo); con lo que sentimos y las emociones de bienestar que podemos desarrollar (lo senso-emocional) y las acciones que nos motivan a mejorar (lo conductual). 

Así pues, cada año que pasa aprendemos cosas nuevas y las vamos compartiendo. Primero experimentándolo dentro de la organización y después con las comunidades que trabajamos. Aprendemos de todos los actores con los que nos relacionamos. Entendimos que la unión hace la fuerza y que la conexión entre los sistemas crea la vida sana y el bien común. 

Este 26 de enero festejamos el día de la educación ambiental, lo festejamos porque en el camino hemos aprendido de nuestros errores; de nuestro entorno y de la sabiduría de los demás. Festejemos que cada día sabemos más sobre cómo cuidar de nosotros y de otros. Celebremos que cada vez somos más los que queremos hacer las cosas bien y lo logramos.  

¿Quieres tener más información sobre qué puedes hacer tú desde casa para contribuir al desarrollo sostenible de tu entorno y tú comunidad?