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Carrito

Y porque se ha salido de la infancia se olvida que para llegar al cielo se necesitan, como ingredientes, una piedrita y la punta del zapato. 

Julio Cortázar (Fragmento de Rayuela. Cap.36) 

 

 Los juegos tradicionales, populares callejeros o de patio son casi una especie en vías de extinción. En tiempos donde las grandes ciudades crecen avanzando contra los espacios verdes y públicos, las calles ya no son los lugares tranquilos y seguros que solían ser para los niños. Ya sea por inseguridad, por sobreprotecciòn, por falta de tiempo libre de los niños, que están colmados de actividades extraescolares o porque la tecnología ha reemplazado los juegos tradicionales por los juegos digitales, lo cierto es que cada vez se ven menos niños y niñas jugando en las calles. 

El juego callejero es uno de los momentos primordiales de aprendizaje y sociabilización infantil por excelencia, en esos momentos de juego los niños fortalecen su identidad y autonomía, estableciendo pautas de juego sin la presencia de una autoridad, sin un reglamento escrito con el único propósito de divertirse y entretenerse. Todas estas experiencias lúdicas sin control, libres y espontáneas, representan en sí mismas una vía de acercamiento a las culturas populares, a sus maneras de ver y sentir el mundo, en cada juego tradicional que se vuelve a jugar laten un cúmulo de saberes compartidos y transmitidos de generación en generación, la herencia social de los pueblos que se resisten a ser homogenizados por la cultura globalista. 

Rayuela, calderón, china, avioncito, son algunos de los nombres de este tradicional juego callejero o escolar clásico. Una tiza, una piedrita y una superficie plana es todo lo que se necesita para que comience el despliegue de habilidades de los participantes quienes generación tras generación de jugadores han obtenido no solo un momento de diversión por jugar a la rayuela, sino que por medio de su práctica logran: -favorecen su equilibrio y coordinación ojo-mano, ojo-pie, afinar su puntería y adquirir habilidades para medir fuerza y distancia, estimula la memoria, favorecer la imaginación, la concentración, desarrollo de la paciencia y tolerancia al aceptar los turnos y las reglas establecidas . 

La rayuela, un juego que ha facilitado la sociabilización de los niños desde tiempos inmemoriales hoy persiste medio despintado en el patio de algún colegio, y si bien ya no se ven rayuelas pintadas en las calles, el recuerdo persiste en la memoria de los adultos.  

¿Te has puesto a pensar que la supervivencia de un juego tradicional reside en la transmisión generacional? En el acto de recordar y recordarte siendo un niño, jugando ese juego y explicárselo a un pequeño. En ese sencillo acto no solo estaremos compartiendo tiempo de historias y juego con los más chicos, sino que también estaremos siendo parte de la preservación de las memorias populares de los juegos tradicionales de todos los tiempos, y así de boca en boca, de juego en juego, los pueblos y culturas guardan y atesoran los juegos tradicionales como parte de su patrimonio cultural intangible. 

Prof. Raquel Migliora. 

Guìa ludotecaria.